Antes de 2008, en el imaginario
colectivo el sistema financiero funcionaba como la máquina de eficiencia jamás
creada. En el fondo los ciudadanos comunes y corrientes no entendían
exactamente qué es lo que se producía, pero las estratosféricas ganancias y la
ostentación de los inversionistas y banqueros de la industria bastaban para que
nadie hiciera preguntas.
La crisis financiera develó
muchos secretos y borró el halo de misticismo del mundo de las finanzas.
Básicamente las ganancias superiores al promedio eran producto de esquemas
fraudulentos, ventas a clientes no aptos y manipulación de mercados. Esto
último es el caso de la tasa Libor.
Quizá la tasa de interés sea la
variable que más nos acerca a la industria financiera, desde los préstamos para
vivienda hasta los créditos usados por los países para financiarse el costo del
dinero se expresa en puntos porcentuales sobre el valor de lo recibido. Dentro de la dinámica de los mercados se dice
que su valor es el más perfecto posible pues las oportunidades de sacar ventaja
se corrigen casi inmediatamente gracias a la competencia; eso era hasta que se
demostró que con unos cuantos operadores de mercado se puede manipular su valor
para sacar ventaja. ¿Era muy difícil que ocurriera esta manipulación? No, si comprendemos
el mecanismo de conformación de su valor y eliminamos la fe ciega en la
doctrina económica de libre mercado.
El London Interbank Offered Rate (LIBOR) es la tasa de interés a la
que los bancos prestan sus recursos a otros bancos; su relevancia reside en que,
el porcentaje al que se fija es utilizado como base para muchos otros contratos
en todo el mundo, sin una relación directa con dichos bancos. Ej., si el Libor
se ubica en un 3%, un crédito entre un país y un banco norteamericano podría
estar acordado a la tasa que tome de referencia el Libor (3%) más algún
porcentaje adicional. El mecanismo para calcular la tasa era el siguiente: por
medio de un panel de 16 bancos globales se preguntaba a qué tasa de interés
prestarían a otro banco a determinada hora del día, a partir de ahí se sacaba
un cálculo promediando las respuestas. El fin de esta dinámica sencilla pero
basada en la entera confianza de la integridad de las respuestas llegó cuando
en 2008 investigadores de Estados Unidos e Inglaterra descubrieron que los
banqueros se ponían de acuerdo para dar porcentajes más bajos de lo que en
teoría debería ser el costo del dinero, ¡nadie lo vio venir!!! el fraude salió
a la luz y las demandas y sanciones no se hicieron esperar.
Sin que se lleven a cabo al ritmo
que se desearía, los esfuerzos por una mejor regulación parece que darán frutos
en algunos años con la propuesta de sustituir el Libor (se habla que podría
desaparecer a finales del 2021). Se plantea la creación de “tasas de referencia
libres de riesgo” bajo las cuales se modificaría la dinámica de la conformación
de la tasa. En lugar de preguntar sobre la prospectiva, se tomarían las
operaciones realizadas (no es lo mismo decir a cuanto prestarías dinero y
finalmente no hacer la operación, que tomar como base aquellas operaciones que se
ejecutaron, dijeras lo que dijeras). Este método tiene sus pros y sus contras, en
los primeros podemos señalar que añaden lo que en ingles se llama “skin in the game” es decir, obliga a los
participantes a poner algo en juego, no están apostando a partir de
especulaciones, mientras que, por el lado de los contras, al ser posible nuevos
escenarios, los eventos del pasado no contienen toda la información para
considerarlos para el futuro inmediato.
A diez años de la gran crisis el
sistema financiero demostró una gran resistencia, tanto para evitar graves
consecuencias sociales, como también para eliminar a los intereses que alteraron
los equilibrios y “generaron incentivos perversos”. Cambios como el de la tasa
Libor pueden no ser parte de nuestro día a día, pero las consecuencias del
desastre obligan a la sociedad a comprender y desmitificar este y otros fenómenos
del Dios mercado.