sábado, 25 de marzo de 2017

Al ritmo del G20



Menos de 10 años[1] duró el trato fraterno entre los países desarrollados y emergentes reunidos en el G20. Éste grupo, como antes lo fue el G8 y el G6 busca coordinar y establecer las directrices del sistema económico mundial, entendiendo que la soberanía nacional ya no basta para mantener bajo control las variables financieras más importantes; a éste mecanismo de coordinación podríamos llamarle gobernanza financiera.
Hoy en día, previo a las reuniones; los analistas pueden formarse una idea más o menos clara de lo que se discutirá, las posturas con las que llegan los actores y el rumbo que se espera tomen las cosas. En las cumbres similares hace dos décadas la información era limitada, gran parte de la identidad de los involucrados desconocida y la agenda y los compromisos resguardados bajo el más alto nivel de secrecía.
Por otro lado, al igual que antes, para los ciudadanos resulta difícil entender la trascendencia de éstos encuentros de alto nivel; al finalizar se publican sendos comunicados con rutas hacia un destino de bienestar inevitable, que pasan por la cooperación y la firma de documentos protocolarios, pero que muy remotamente establecen metas cuantitativas y mucho menos medidas en caso de no lograr algún elemento de la declaración. Como consecuencia, el mundo de las relaciones internacionales se vuelve una ociosidad para el común de la gente.
Sin embargo, a diferencia de los que sucedía antes, resulta que las reuniones actuales si tienen puntos finos que merecen ser seguidos por los ciudadanos de todas las nacionalidades, ya no son solamente los jefes de estado y de gobierno o los cancilleres los que participan de éstos acuerdos; ahora se suman a las discusiones supervisores financieros, titulares de finanzas y los banqueros centrales. Resulta que es en éstas reuniones donde se marcan las pautas para la inversión, las reglas bajo las cuales los bancos y otros organismos financieros operarán entre países, los acuerdos entre lo que sí estará permitido o no en la industria financiera, cómo se trabajará para fortalecer el crecimiento y la baja inflación y aquellas medidas para evitar la evasión de impuestos, en otras palabras, se discute, nada más y nada menos el ritmo al cual bailarán los países con sus políticas fiscales, monetarias y financieras.
Si los representantes un país se inclinan a favor de determinada política económica que podría ayudar al crecimiento de su país y resulta que la idea es contraria a éstas directrices del G20, difícilmente llegará a implementarse y a muy altos costos. Por ejemplo, disminuir el capital requerido a los bancos para impulsar el crédito, podría ser una medida coherente, sin embargo, las consecuencias de facto serán que los inversionistas globales se alejarán de su país por una cuestión reputacional, ya que al no cumplir con los estándares de Basilea III que piden mayor nivel de capital se consideraría una jurisdicción poco segura para invertir.
Este escenario es el mismo si se es miembro o no del G20, las directrices o “buenas prácticas” acordadas impactan a todas las economías, no solo a los miembros. Como se mencionó, la gobernanza hace necesaria la participación de países como México, Arabia Saudita o Sudáfrica; en el sentido de añadir representatividad; más no necesariamente en la fijación de la agenda.
La dinámica real del organismo quedó establecida desde las primeras reuniones, el consenso obtenido entre los países desarrollados es más que suficiente para establecer la agenda; en cambio, cuando el consenso se rompe entre las potencias una historia distinta sucede, actualmente podemos ver como Estados Unidos presenta disensos respecto a medidas a favor del libre comercio; ¿habrá consecuencias reputacionales que obliguen a modificar sus políticas? De ninguna manera, de hecho, resultan tan irrelevantes las reglas del juego fuera del consenso que incluso si se establecieran medidas coercitivas o formales el resultado sería el mismo; está por verse como logra la Organización Mundial de Comercio donde si existe un acuerdo formal, evitar las medidas proteccionistas del presidente Trump.
Si, el mundo necesita coordinación, reglas y acuerdos; la soberanía en nuestros tiempos no es lo que fue en tiempos de la Unión Soviética, sin embargo, al ver la agenda de los organismos internacionales podemos identificar como hay miembros que son sujetos de las reglas y miembros que las redactan. He ahí la causa de que los ciudadanos de las naciones en desarrollo deban prestar más atención a éste juego de la política internacional, de ello dependerá el margen de actuación de sus gobernantes en las políticas económicas a nivel interno.



[1] Considerando a partir de la Cumbre de Washington celebrada el 15 de noviembre de 2008.

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