El nombramiento de
Kristalina Georgieva de Bulgaria es tan solo un ejemplo de que las resistencias
a una reconfiguración de la participación de los países en desarrollo se
mantienen en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Si durante la primera
década del siglo XXI el papel del FMI estaba en cuestión dada su reputación de
favorecer las políticas neoliberales, la crisis financiera lo devolvió al
centro del escenario. Aun cuando su papel “natural” como prestamista internacional
de última instancia está lejos de ser posible, para la mayoría de propuestas de
reforma del sistema financiero internacional, el FMI ocupa un lugar relevante;
ya sea como tribunal de deudas, como prestamista o como centro de una “red de
seguridad global”, puesto que el uso de los Derechos Especiales de Giro (DEG)
no han logrado consenso para fungir como moneda multilateral que el sistema de
reservas necesita.
El año pasado, en su reporte al
G20 el Comité de personas eminentes sobre
la Gobernanza del Sistema Financiero Global, señaló que la gobernanza de las Instituciones
Financieras Internacionales está “fuera de tiempo”, así como sus modelos de negocios,
por lo que se deben simplificar los roles del consejo ejecutivo y de la
administración, dando mayor libertad a este último, pero con trasparencia. Si a
los países desarrollados no les interesa el cambio, pues el status quo los favorece, ¿México alguna
vez se alineará con los países emergentes a favor de estos cambios?
Si el hecho de que se mantenga “el pacto de caballeros”
en el nombramiento de los titulares de las instituciones de Bretton Woods entre europa y
EUA es simbólico, el punto de quiebre entre pasado y presente de éstas
instituciones es el reparto de cuotas.
Hechos como que a
pesar de que en la Cumbre del G20 en Seúl 2010 se anunciara con bombo y
platillo la 14va revisión de cuotas y aumento de DEG, los obstáculos por parte
de Estados Unidos (a veces de
forma implícita otras de forma descarada, como las palabras del Secretario del
Tesoro norteamericano Steven Mnuchin respecto de la siguiente revisión“…we do not see a need for a quota
increase at this time and support closure of the 15th General Quota Review as
soon as posible”) retrasaron la implementación de facto hasta 2016 y posteriores revisiones
de cuotas, son el alimento de un escepticismo mundial plenamente justificado.
En aquel entonces la
clave de la 14va revisión fue la inclusión de los países BRICS en los 10 países
con mayor poder de voto, pero sí de entrada vemos que China no es el segundo,
sino el tercer país de acuerdo a su poder de voto, sabemos que todavía no hay
un claro reflejo del peso económico en la Institución.
En este contexto
llegamos a la Reunión Anual BM-FM en Washington en dos semanas y donde se deberá aprobar la 15va revisión
de cuotas, las futuras fuentes de financiamiento de operaciones y el poder de
voto de los miembros, al mismo tiempo que Estados Unidos busca mantener el veto
sobre las decisiones trascendentes de la institución. No hay lugar para
expectativas optimistas.
Para Estados Unidos por todos lados está China, el rival que
hay que frenar a como dé lugar, mientras que los intereses mexicanos se
encuentran de por medio, el poder de voto de China en la institución vale 6.9%,
el de Brasil 2.22% y el de Estados Unidos 16.52%. ¿nos sentimos cómodos con nuestro
papel en una organización en la que nuestro voto vale 1.8% pero que nos “bendice”
con una exclusiva Línea de Crédito Flexible?
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