En Latinoamérica la apuesta de
integración tiene como nombre “Alianza del Pacífico” (AP), conformada por
Chile, Colombia, México y Perú. Si bien no tiene entre sus metas el logro de
una moneda común como la Unión Europea (UE), si se propone una “integración
profunda” que permita el libre tránsito de bienes, servicios y personas. Ante las turbulencias de la UE durante la
crisis que inició en 2008 ¿tiene sentido seguir su ejemplo como modelo de
integración financiera?
Con dos grandes proyectos de
integración financiera en desarrollo: (I) el Mercado Integrado Latinoamericano,
que supone la interconexión de los mercados bursátiles de sus miembros y (II) el
llamado “Pasaporte de Fondos”, que plantea la libre operación de fondos de
inversión de cualquier miembro en la región, el camino recorrido por la UE puede dejar algunas lecciones que hagan
de la AP una apuesta exitosa.
En 2010, el impacto de la deuda griega fue tan grande que incluso el fin de la integración monetaria parecía
estar sobre la mesa, los méritos del Euro fueron opacados por los recién
descubiertos problemas de diseño; si la emisión de deuda soberana no era
respaldada por la UE en su conjunto, un impago de cualquier miembro daría al
traste con el valor de la moneda. Sin embargo, como respuesta la UE no solo
generó mecanismos para el rescate financiero de sus miembros, sino que reformó
la institucionalidad para la supervisión de entidades bursátiles y bancarias al
tiempo que plantearon nuevos objetivos para profundizar la integración.
¿Cómo es que 28 miembros,
resistieron la tentación de dejar fuera a los países en problemas y en cambio
decidieron utilizar sus recursos para apoyarlos? El compromiso político demostrado durante estos años fue tan fuerte que,
dado que existe una meta clara respecto a lo que se desea como región, los
impactos en el corto plazo fueron considerados menos costosos que los
beneficios de la identidad común y la integración a largo plazo, sobrepasando
incluso los costos electorales. Primera lección para la AP.
En segundo lugar, conviene reflexionar
sobre la temporalidad de los procesos similares en la UE. Para generar un
mercado de fondos de inversión, la región dio los primeros pasos en 1985 con la
primer Directiva UCITIS para la oferta transfronteriza de fondos de inversión,
la cual ha sido reformada por lo menos en 5 ocasiones; por lo tanto, pensar que una buena idea no rinda frutos
para la siguiente cumbre de presidentes no significa que deba ser desechada, si
existe la visión de largo plazo no hay forma de no encontrar una solución.
Una tercer lección puede
extraerse del punto anterior, las
soluciones pueden no ser las óptimas, pero si deben ser efectivas, la UE
tiene diferentes capas en su diseño institucional, generando oportunidades de
arbitraje regulatorio entre jurisdicciones, pero permitiendo cierto grado de
adaptación para los mercados locales. La
burocracia puede ser una consecuencia indeseable del proceso, pero no debe
verse como un fracaso, sino como una forma de adaptación.
Una última observación es resaltar que el logro de los objetivos no es
un evento único, sino una trasformación constante con divergencias en el
proceso; se pueden presentar fracasos como el fallido intento de una
Constitución Europea en 2005, pero también oportunidades de mejora como la idea
de una Unión de Mercados de Capitales lanzada en 2015.
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