martes, 24 de septiembre de 2019

La renovación de la Línea de Crédito Flexible, una buena opción, no la única


Reservas Internacionales México
El saber si México contaría con la Línea de Crédito Flexible del Fondo Monetario Internacional era una de las incógnitas que les quitaba el sueño del Proyecto del Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 a gran parte de los analistas financieros, por lo que la recontratación tendrá un impacto positivo, a su ver, sobre el futuro financiero del país.

Sin duda, es esencial que México cuente con bases financieras sólidas y para ello se ha el presupuesto señala 4 acciones: (i) el programa de coberturas; (ii) la acumulación de recursos en los fondos de estabilización; (iii) el mejoramiento en el perfil de deuda y (iv) la mencionada LCF. Sin embargo, como ha sido en sexenios anteriores, apostar a que la estabilidad financiera atraerá en automático el capital que necesita para la inversión es un despropósito.

Tomar como referencia las reservas internacionales como muestra de solidez financiera es demasiado básico, es pensar desde el punto de vista del acreedor (solo se necesita que el país cuente con los recursos suficientes para que obtenga sus pagos) cuando la experiencia internacional, por ejemplo la Crisis Asiática de finales de los 90, sobre todo la experiencia de México en la crisis del 94, dejaron de manifiesto la existencia de corridas monetarias con fines especulativos que difícilmente podrían ser atajadas por el hecho mismo de contar con gran cantidad de reservas, con LCF o sin ella. Tan solo para recurrir a un evento resiente del poder de los mercados sobre la credibilidad del gobierno basta con recordar las declaraciones ante el Congreso norteamericano en 2009 de Henry Paulson, Secretario del Tesoro en turno para solicitar recursos para afrontar la crisis financiera “Si tienes una bazuca y la gente lo sabe, puedes no tener que utilizarla” lo siguiente fue que unos meses después se necesitaron nuevas medidas para rescatar empresas privadas pues el mercado no confió en las políticas de rescate.

Lo anterior no significa que la acumulación de reservas es en sí mismo, un desperdicio de recursos (las reservas mexicanas se encuentran en niveles no vistos desde hace 5 años y con tendencia creciente) pero si, como quedó claramente señalado en el Reporte de la Comisión Stiglitz para las reformas del Sistema Monetario y Financiero Internacional “La ausencia de medios alternativos de auto-protección no solamente impide un crecimiento robusto y sustentable, también lleva, en el largo plazo, a mayor inestabilidad”.

En realidad, los mecanismos alternativos de auto-protección existen, pero necesitan desarrollarse. Uno de ellos es el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), constituido desde 1978, el mecanismo consiste básicamente en la suscripción de capital (reservas) por parte de los miembros para tener a disposición una proporción mayor de recursos en caso de estrés monetario, o para ser usado bajo otro tipo de facilidades de crédito. Es en pocas palabras, un organismo regional con funciones similares al Fondo Monetario Internacional.

¿Y por qué apostar a FLAR? La diferencia fundamental en cuanto a por qué participar en el FLAR si ya se es miembro del FMI se encuentra en la gobernanza, el próximo nombramiento de Kristalina Georgieva de Bulgaria deja claro que las resistencias a una reconfiguración de la participación de los países en desarrollo se mantienen. En cambio, en el FLAR los países de la región tienen mayor participación y no están obligados a seguir los “compromisos” del FMI. Al día de hoy son ocho los miembros del FLAR: Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Costa Rica.

Es entendible que un gobierno progresista se vea obligado a ser precavido financieramente, pues todo cambio afecta intereses de particulares que sin duda opondrán resistencia, pero por eso mismo, la búsqueda de alternativas es obligación de los nuevos líderes, El FLAR es una de ellas.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Reseña: “Too Big to Fail” de Andrew Ross Sorkin


Mejor libro de 2010 de acuerdo con varias revistas de finanzas especializadas, a tan solo 2 años de la crisis financiera global, el libro de Andrew Ross Sorkin es un excelente trabajo periodístico. Cualquier comentario adicional respecto a libro es buscarle más atributos fuera de la intención del autor.

Tan importante fue el momento de la publicación como el contenido del libro; Sorkin puso su longeva trayectoria a trabajar en una obra que terminaría por aclarar el panorama tanto para el publico en general como a analistas e investigadores económicos respecto al piso en el que se encontraban parados los tomadores de decisiones en aquel momento.

Es de reconocer que Sorkin no recurre a la fantasía para llenar los espacios en blanco; no solo es importante el hecho de que el autor no especula ni improvisa. Es magnifica la forma en que el libro se encuentra perfectamente estructurado en término cronológico. Perfectamente el lector puede sentirse en medio de los escenarios y el ambiente de Wall Street donde todo es tensión y ansiedad, sin saber lo que va a ocurrir mañana, como si nuestro siguiente paso fuera a detonar una mina terrestre.

¿Es, sin embargo, sano estar en la piel de los anteriormente llamados “amos del universo”? TBTF narra los sentimientos, gustos, pensamientos, angustias, entre otros, de los directores de los bancos e instituciones financieras más importantes de Estados Unidos y del mundo y para ello el libro incluye las fotografías de todos los actores relevantes del momento histórico. ¿Cuál es el sentido de la intención de hacernos sentir en sus zapatos? ¿Es deliberada la decisión el autor de hacernos sentir en el mismo barco que los CEOs de las compañías financieras? ¿Espera Sorkin que al terminar de leer el libro estemos un poco menos furiosos con lo sucedido? Ahondar en la personalidad de los personajes no solo reaviva la intensidad de los momentos de la crisis, nos hace empáticos a su situación, al fin de sus fortunas, de sus carreras profesionales y de sus salud física y emocional. Tal vez el libro no podía ser de otra forma, tal vez es librar a los responsables de su carga histórica.

A pesar de que tan solo pasaron dos años del inicio de la crisis, TBTF explica una gran cantidad de sucesos catastróficos, hace ver lo que para algunos era tan obvio, falacias contables para esconder las condiciones financieras de sus empresas, relaciones no del todo trasparentes entre industria -gobierno, grandes espacios de arbitraje regulatorio, etc. Si bien entre el capítulo 1 y el 20 se va pisando el acelerador de los hechos, los dos últimos dan cuenta de las medidas de rescate más importantes para la industria financiera, las alternativas y las consideraciones para la toma de decisiones del que sin duda es el actor principal de esta obra, el secretario del Tesoro de Estados Unidos durante la crisis financiera Henry M. Paulson.

Tampoco esta de más resaltar como el autor concluye que la crisis pudo ser evitada, pero que la respuesta estaba en la regulación de los 90, el resto, 20 años, fueron consecuencias, de tal forma que el culpable es el juego, no los jugadores, quienes con nombre y apellido buscaron los cambios en aquellos años y se llenaron los bolsillos en las siguientes décadas.

A diez años de la crisis financiera, leer TBTF es obligarnos a reflexionar ¿estamos parados en otro escenario? Sin duda una nueva crisis financiera no tendrá las mismas características (tan solo los riesgos tecnológicos agregan un incuantificable grado de dificultad) pero puede tener las mismas fallas en cuanto a la complejidad de las finanzas y la indolencia en la toma de decisiones. De lo único que como lector puedo estar seguro después de leer el libro, es que el gobierno no dudará en rescatar nuevamente a la industria y como en aquel momento, todo será en nombre del bienestar del pueblo.