¿Alguna vez se
ha preguntado cuál es el sentido de que los noticiarios de las principales
canales de televisión nos informen de los movimientos bursátiles? En México, de
acuerdo con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, a finales del
2017 solo existían 255 mil 475 personas invirtiendo en el mercado bursátil.
¿Nos deben interesar las pérdidas y ganancias de menos del 5% de la población
económicamente activa? Los enfoques de
los medios de comunicación creen que sí, que sus intereses (ellos se encuentran
en ese selecto grupo) deben ser información para el resto.
Una manipulación
tan descarada como esa solo puede ser creíble si se contextualiza en otras
medias verdades. Antes que cualquier cosa, los mercados bursátiles en todo el
mundo son simple y sencillamente un instrumento de financiamiento: En él se
reúnen las empresas que ofrecen una participación en su negocio (acciones) a
cambio de los ahorros o excedentes de las personas que al comprar dichas
acciones se vuelven inversionistas. El mercado bursátil es el mecanismo
mediante el cual se forman los precios de las acciones de las empresas. No hay
mayor diferencia con la forma en que se formarían los precios en una central de
abastos o una subasta. ¿Porque entonces se cree que las variaciones de las
acciones de las empresas son más importantes los precios diarios de las frutas
y verduras y por qué los medios tratan de vendernos las fluctuaciones
bursátiles como el pulso de la economía?
La respuesta
nuevamente tiene que ver con las medias verdades del sistema económico, en
primer lugar, a diferencia de una central de abastos, los mercados bursátiles
no tienen que trasladar ningún producto, lo que genera una mayor facilidad para
revender lo que se compra, es decir, los mercados bursátiles tienen
naturalmente un mercado secundario, y éste a su vez, se vuelve un espacio atractivo
para la especulación de aquellos que buscan obtener una ganancia entre el
precio de compra y el precio de venta. El mercado secundario no es exclusivo de
los mercados bursátiles, si nosotros compramos y vendemos nuestros bienes
usados a través de portales de internet como mercadolibre.com o
vivaanuncios.com también estamos participando de un mercado secundario. La
diferencia entre ambos ejemplos de mercados secundarios es que cuando compramos
o vendemos por ejemplo, tarjetas coleccionables, no se necesita tener en
consideración variables como la inflación o los ciclos económicos, lo cual, en
el caso de los negocios si es necesario. De forma similar, las empresas
afectarán de forma agregada la demanda de materias primas o la generación de
empleos entre otras, haciendo que el mercado bursátil tenga un carácter
sistémico para la economía.
Sin embargo,
que el mercado bursátil sea sistémico no significa que las variaciones en
precios día a día sean reflejo de las condiciones económicas en su conjunto a
mediano o largo plazo. El truco para darle carácter científico a las tendencias
bursátiles ocurre cuando a la dinámica de los mercados secundarios se le agrega
una doctrina que todos terminan por dar por cierta, la hipótesis de los
mercados eficientes de Eugene Fama.
La hipótesis
de los mercados emergentes dice que el precio de los activos refleja toda la
información y nadie puede obtener un rendimiento mayor al del mercado, es
decir, el precio es reflejo total y absolutamente de todos los factores que
debe tener en cuenta el inversionista y el oferente. Por ejemplo, si se quiere
vender mangos, y se ofrece el kilo a un valor de 100 pesos, el inversionista
podrá determinar si el precio es adecuado, entre otras cosas, tomando en cuenta
la temporada, si lo ofrezco en diciembre, fuera de temporada, el inversionista
considerará que es un precio adecuado, si lo ofrezco en agosto sabrá que lo
puede conseguir en otro lugar a menor precio, obligando al vendedor a darle un
precio menor, de tal modo que todos los vendedores de mango terminarán
ofreciendo sus productos a un precio similar.
La dinámica
ejemplificada es clara para cualquier comerciante, microempresario o
consumidor, que fácilmente se pude descartar la veracidad de dicha teoría, por
lo cual sus defensores han matizado las implicaciones del argumento mediante
tres variantes, débil, semifuerte y fuerte, pero no dando por incorrecta la
premisa de los precios como reflejo absoluto de las circunstancias. Se olvida
(se pasa por alto o de plano se busca ocultar) la naturaleza especulativa del
corto plazo, en cambio darle sentido científico es fundamental para
especuladores y los dueños de las acciones, ese es el punto neurálgico de la
falacia de los agoreros del desastre con las subidas y bajadas de los índices
bursátiles que a diario se nos presentan en la televisión. Sin la impresión de
que son el reflejo de la macroeconomía no hay forma de que la opinión publica
presione al gobierno a actuar en tal o cual vía.
La próxima vez
que observe a los conductores o analistas señalando las tendencias bursátiles
recuerde que no están más que hablando de precios de empresas, negociados en
otra empresa (la Bolsa Mexicana de Valores no es una institución pública ni la
única en México) en la cual solamente esta participando menos del 1% de la
población y con cuentas con un promedio de 30 millones de pesos. No, los
intereses de ellos y los intereses de la sociedad no son los mismos.