martes, 13 de noviembre de 2018

Despejando mitos, el mercado bursátil NO es un indicador del futuro macroeconómico


¿Alguna vez se ha preguntado cuál es el sentido de que los noticiarios de las principales canales de televisión nos informen de los movimientos bursátiles? En México, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, a finales del 2017 solo existían 255 mil 475 personas invirtiendo en el mercado bursátil. ¿Nos deben interesar las pérdidas y ganancias de menos del 5% de la población económicamente activa?  Los enfoques de los medios de comunicación creen que sí, que sus intereses (ellos se encuentran en ese selecto grupo) deben ser información para el resto.

Una manipulación tan descarada como esa solo puede ser creíble si se contextualiza en otras medias verdades. Antes que cualquier cosa, los mercados bursátiles en todo el mundo son simple y sencillamente un instrumento de financiamiento: En él se reúnen las empresas que ofrecen una participación en su negocio (acciones) a cambio de los ahorros o excedentes de las personas que al comprar dichas acciones se vuelven inversionistas. El mercado bursátil es el mecanismo mediante el cual se forman los precios de las acciones de las empresas. No hay mayor diferencia con la forma en que se formarían los precios en una central de abastos o una subasta. ¿Porque entonces se cree que las variaciones de las acciones de las empresas son más importantes los precios diarios de las frutas y verduras y por qué los medios tratan de vendernos las fluctuaciones bursátiles como el pulso de la economía?

La respuesta nuevamente tiene que ver con las medias verdades del sistema económico, en primer lugar, a diferencia de una central de abastos, los mercados bursátiles no tienen que trasladar ningún producto, lo que genera una mayor facilidad para revender lo que se compra, es decir, los mercados bursátiles tienen naturalmente un mercado secundario, y éste a su vez, se vuelve un espacio atractivo para la especulación de aquellos que buscan obtener una ganancia entre el precio de compra y el precio de venta. El mercado secundario no es exclusivo de los mercados bursátiles, si nosotros compramos y vendemos nuestros bienes usados a través de portales de internet como mercadolibre.com o vivaanuncios.com también estamos participando de un mercado secundario. La diferencia entre ambos ejemplos de mercados secundarios es que cuando compramos o vendemos por ejemplo, tarjetas coleccionables, no se necesita tener en consideración variables como la inflación o los ciclos económicos, lo cual, en el caso de los negocios si es necesario. De forma similar, las empresas afectarán de forma agregada la demanda de materias primas o la generación de empleos entre otras, haciendo que el mercado bursátil tenga un carácter sistémico para la economía.

Sin embargo, que el mercado bursátil sea sistémico no significa que las variaciones en precios día a día sean reflejo de las condiciones económicas en su conjunto a mediano o largo plazo. El truco para darle carácter científico a las tendencias bursátiles ocurre cuando a la dinámica de los mercados secundarios se le agrega una doctrina que todos terminan por dar por cierta, la hipótesis de los mercados eficientes de Eugene Fama.

La hipótesis de los mercados emergentes dice que el precio de los activos refleja toda la información y nadie puede obtener un rendimiento mayor al del mercado, es decir, el precio es reflejo total y absolutamente de todos los factores que debe tener en cuenta el inversionista y el oferente. Por ejemplo, si se quiere vender mangos, y se ofrece el kilo a un valor de 100 pesos, el inversionista podrá determinar si el precio es adecuado, entre otras cosas, tomando en cuenta la temporada, si lo ofrezco en diciembre, fuera de temporada, el inversionista considerará que es un precio adecuado, si lo ofrezco en agosto sabrá que lo puede conseguir en otro lugar a menor precio, obligando al vendedor a darle un precio menor, de tal modo que todos los vendedores de mango terminarán ofreciendo sus productos a un precio similar.

La dinámica ejemplificada es clara para cualquier comerciante, microempresario o consumidor, que fácilmente se pude descartar la veracidad de dicha teoría, por lo cual sus defensores han matizado las implicaciones del argumento mediante tres variantes, débil, semifuerte y fuerte, pero no dando por incorrecta la premisa de los precios como reflejo absoluto de las circunstancias. Se olvida (se pasa por alto o de plano se busca ocultar) la naturaleza especulativa del corto plazo, en cambio darle sentido científico es fundamental para especuladores y los dueños de las acciones, ese es el punto neurálgico de la falacia de los agoreros del desastre con las subidas y bajadas de los índices bursátiles que a diario se nos presentan en la televisión. Sin la impresión de que son el reflejo de la macroeconomía no hay forma de que la opinión publica presione al gobierno a actuar en tal o cual vía.

La próxima vez que observe a los conductores o analistas señalando las tendencias bursátiles recuerde que no están más que hablando de precios de empresas, negociados en otra empresa (la Bolsa Mexicana de Valores no es una institución pública ni la única en México) en la cual solamente esta participando menos del 1% de la población y con cuentas con un promedio de 30 millones de pesos. No, los intereses de ellos y los intereses de la sociedad no son los mismos.