Es sabido desde hace algunos meses que a partir del primero de octubre,
Agustín Carstens dejará el Banco de México para ocupar la posición de Gerente General de Banco
Internacional de Pagos (BIS por sus siglas en inglés), en lo que se ha sido
entendido como un reconocimiento a su capacidad como banquero central.
Sin embargo, poco se sabe sobre la institución de la que
formará parte; y es que el BIS, institución mucho más antigua que el Fondo
Monetario Internacional (FMI) o que el Banco Mundial (BM), no recibe la cobertura
mediática que reciben los últimos, ni siquiera con la crisis financiera
internacional de 2007 fue objeto de los reflectores.
El BIS data de 1930, creada originalmente con la intensión de
ser un organismo facilitador de las trasferencias financieras producto de las
reparaciones de paz de la primera guerra mundial. Su poca relevancia se debió a
la desconfianza de Harry White y Franklin D. Roosevelt en éste, debido a que era
una iniciativa en la que Alemania había tenido un papel relevante en su
formación.
Actualmente, es una de esas piezas fundamentales de la
gobernanza financiera internacional y quizá la más lejana al escrutinio
público. Pues su función es la de fungir como el foro de diálogo y cooperación más
importante en los temas de política monetaria, al tiempo que es un centro de
investigación y producción de conocimientos en la misma materia.
En ese sentido, de la misma forma que el BM y el FMI han sido
y son promotores de políticas financieras y económicas hegemónicas, el llamado
banco de Bancos Centrales hace lo propio con las políticas monetarias.
Al igual que los otros organismos mencionados, la línea de
pensamiento promovida es producto de la perspectiva de los países económicamente
más desarrollados. Su membresía, por otra parte, no es amplia ni abierta, sin que exista algún tipo de
mecanismo de adhesión más que la invitación por parte del BIS.
He aquí el suceso de gran relevancia que ha pasado de largo en
los medios de comunicación, en la reunión general que tuvo lugar en junio
pasado, se anunció que llevara a cabo un importantísimo cambio en la
conformación de su junta directiva.
Hoy en día la junta está conformada por 21 miembros; al igual
que en el consejo de seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, existen
miembros permanentes, en este caso 6, Estados Unidos, Reino Unido, Francia
Italia, Bélgica y Alemania, pudiendo designar estos a su vez a otro miembro de
la misma nacionalidad, quedando espacio en la mesa para otros 9, a elegir entre
los otros miembros.
Con efecto a partir de enero del 2019, el BIS no ampliará
sino reducirá los miembros de la junta directiva, recortando 3 lugares para quedar
en 18; a su vez, los 6 miembros permanentes ya no elegirán a otros seis de sus
mismas nacionalidades, sino a uno solo, y los lugares para otros miembros se
ampliarán de 9 a 11.
Desde la perspectiva de la representación, efectivamente es
un cambio significativo, los miembros permanentes serían minoría, 7 y la
mayoría serían los electos entre los miembros del BIS.
¿Cambios en la gobernanza financiera? Definitivamente, a
partir de la entrada en vigor de lo mencionado, pero no necesariamente en la
agenda internacional, pues, aunque países como China, India, Brasil o Rusia
donde existe un claro disenso en las prácticas de la política monetaria, como
lo es el planteamiento de la autonomía de los bancos centrales, siempre habrá países
en vías de desarrollo no dominantes dispuestos a apoyar posturas ortodoxas,
vaya, pues que para ejemplos basta un Agustín Carstens.